Habitamos el espacio generando con ello un movimiento constante que a pesar de nuestra presencia y la de las múltiples fuerzas que influyen sobre ellas se nos muestra frecuentemente con apariencia estática, inamovible.

Atravesamos las distancias que van de un tiempo a otro buscando en los sueños el modo de transformar la realidad a intervalos intermitentes, suavemente, intentando descubrir la ductitlidad, el momento en que el ruido se torna música, escuchar en el silencio aparente la diferencia de tono que producen las variaciones de sonido de las notas musicales, perdernos por el camino al atravesar la distancia entre el espacio físico que reconocemos y el espacio poético que componemos.

Como en un campo de fuerzas, la interacción de las variables condiciona nuestra percepción del entorno y sus circunstancias.