Tres danzantes encarnan el espíritu de las artes, recreando con el movimiento de sus cuerpos una coreografía ideal que, al igual que el fonema que da título al proyecto, se inspira en el arte clásico. Y más concretamente en algunas de las características que se atribuían a Las Tres Gracias, como el buen gusto, la jovialidad y el esplendor, entre otras. Con movimientos cuasi mecánicos, los cuerpos de las tres danzantes ejecutan frases expresadas en lenguaje de la danza contemporánea, trazando secuencialmente ritmos fragmentarios, mecánicos; divierten y se divierten en el proceso cual si fueran sucesoras de aquellos seres imaginarios que bailaban en el Olimpo al son de la música que tocaba Apolo.

Todas las dispositivas que componen la serie de imágenes utilizadas para la composición del paisaje sonoro son de cosecha propia, y han sido capturadas en el citado formato durante unos años en que la vida de las calles del centro de la ciudad de Oviedo comenzaba a experimentar su adaptación a las transformaciones sustanciales que trajo el cambio de siglo. Y es que si durante los años centrales del siglo XX el entorno de la ciudad se había enriquecido con una serie de edificaciones de una más que notable calidad, en las décadas finales del siglo hubo una extraordinaria proliferación de establecimientos mercantiles de diversa índole, incluyendo los destinados a la hostelería, cuya calidad no deja de sorprendernos. Aunque ya hayan desaparecido todos, o casi todos. Lo cual resulta igualmente sorprendente. Los había de diferente tipo, desde los de carácter popular -entre los que podemos situar los puestos de frutas y verduras de El Fontán- hasta los más vanguardistas, surgidos éstos merced al impulso de promotores y empresarios locales que confiaron en los mejores diseñadores, arquitectos, artífices y profesionales excepcionalmente cualificados en los más variados oficios para formalizar y dar vida a sus locales, todos ellos de carácter singular y algunos, sin duda, extraordinario. Tiendas, cines, bares, etc. ocupaban los bares comerciales marcando hitos urbanos conocidos y reconocidos, fueron ineludibles lugares de socialización y transmisión de cultura, espacios para la transación de viandas y mercancias, pero también y fundamentalmente para el encuentro, para el intercambio enriquecedor de experiencias éticas y estéticas. Luego llegaron las franquicias, las grandes cadenas, y Oviedo como tantas otras ciudades se hizo mucho más cosmopolita y sufrió, sufre, los vaivenes de la emigración y una cierta perdida en cuanto a la singularidad de sus establecimientos comerciales. Por eso este proyecto. Por eso esta obra. Porque ahora que la ciudad se reinventa y trata de situarse como destino turístico, quizás sea un buen momento para valorar lo pequeño y diferente, para estudiar el modo de vehicular las integración de artes, artificios y oficios propios de la mercadotecnia contemporánea en la articulación urbanística de la ciudad.